raras veces hallan el anhelado gesto cómplice,
imposible es para el día destejer, sin herir,
la trama críptica de la noche,
ni puede la melodiosa ave entender
los porqués de las ramas al crujir con pena.
No desesperes si tu amarga bebida
no encuentra una copa digna de acoger su lamento,
sabido es que el aceite y el agua
no son hermanos,
aunque a tu mesa arriben
aposentados en el mismo plato.
Pero sobre todo:
no pretendas que tu tristeza te hace especial,
numerosos y pródigos ojos se han desprendido,
antes que los tuyos, de los salinos diamantes.
No observes altivo a la pareja
cuyas miradas se enlazan entre palabras insulsas,
a los amigos que beben y ríen
no desdeñes;
alguna vez, aún por segundos,
el mismo gesto anidó en tu rostro.